
Real Madrid y Milán dieron anoche un pésimo espectáculo de fútbol pero un festín de goles. Los blancos, pasivos tanto o más que los italianos, se dejaron remontar en dos ocasiones. Lo mejor de los merengues fue la omnipresente pillería de Raúl, la fuerza de Lass y el revolucionado Drenthe. Y lo peor... todo lo demás. Balance blanco: 2 partidos importantes (Sevilla y Milán), 2 derrotas.
Así no ganamos a nadie. Con este pensamiento debieron de salir los 82.000 espectadores que completaron ayer el tercer lleno absoluto en el Santiago Bernabéu. Y no será por el juego que despliegan los pupilos de Pellegrini, ni por la calidad individual que ayer especialmente brilló por su ausencia. Futbolistas como Kaká o Benzema no tuvieron su noche. Especialmente el francés, que cada día está más perdido en la punta de ataque y no recuerda al crack que deslumbró Europa con el Lyon. Con el brasileño últimamente pasa lo mismo. No se sabe si será por jugar tan pegado a la cal o no, pero en todo caso Pellegrini deberá ir pensando en replantearse el sistema de juego (si es que hay alguno) para no descolocar de sus posiciones a los jugadores y sobre todo para intentar hacer que este equipo juegue a algo. Porque el Real Madrid de Kaká, Cristiano, Benzema, Xabi Alonso, Granero y compañía no sabe a lo que juega. Ya van tres meses desde que el chileno cogió el timón de la nave blanca y no parece haber mejoría de un encuentro a otro.
Ayer, un equipo de treintañeros jugando al tran-tran fueron capaces de ganar a todo un Real Madrid en su propia casa. ¿Alguien se imagina qué habría pasado si Ronaldinho, Pirlo o Dida no hubieran jugado este partido estando en el declive de su carrera deportiva? El resultado sería escandaloso. Cierto es que el Madrid podría haber marcado más de un gol en la primera parte, pero si no lo hizo fue por su incapacidad de crear peligro ante un Milán que no es ni la sombra de lo que fue hace cinco años. Como dato interesante a aportar, el club rossonero ha hecho 6 goles en 8 partidos de Liga: sólo ayer, metió la mitad de todos sus goles conseguidos hasta ahora.
Ni siquiera es perdonable que el árbitro se tragara un clarísimo penalti de Gianluca Zambrotta a Benzema (que luego compensaría el colegiado anulando injustamente un gol a Pato) o que Casillas fallara tremendamente en más de una ocasión. Hablar de esto, solamente serían excusas para intentar disimular las carencias de juego que hasta ahora han demostrado los blancos.
A pesar de todo... ayer el partido empezó bien, gracias al capitán, a su oportunismo y por qué no decirlo, a la ayuda del brasileño Dida. Pillería a falta de juego. Los italianos siguieron dormidos hasta el pitido del descanso y los locales no eran capaces de trenzar jugadas. Si alguien tiene la oportunidad de volver a ver la primera mitad de ayer, el juego se basó en llegadas blancas hasta tres cuartos de campo y una vez ahí o bien Lass ejercía de interior derecho para poner centros, o bien había que esperar a la subida de algún lateral, sabiendo el peligro de contrataque que conlleva perder un balón en ese momento. Cuando el centrocampista defensivo de un conjunto es el encargado de centrar y desbordar por la banda derecha en múltiples ocasiones, está claro qe algo va mal.
Después del descanso nada cambió. Madrid y Milán estaban contagiados mutuamente por su desencanto, hasta que Pirlo despertó a Casillas con un gran tiro lejano (min. 62). Tres minutos más tarde, Pato se aprovechó del mal partido del guardameta madridista para hacer el segundo. El Bernabéu empujaba más que su equipo para conseguir la épica de remontar el resultado, y parece que Drenthe lo entendió bien, ya que fue el revulsivo que les hacía falta. El holandés se abrió a la banda como nadie lo hizo ayer, y después de varias buenas jugadas cogió un balón en la frontal del área e igualó el marcador. Con el Real volcado y limitándose a mirar cómo trenzaban la jugada Ronaldinho y Seedorf, Pato cazó una volea que puso en pie el banquillo milanista.
O se empieza a ver un cambio brusco en el juego merengue de aquí a unos partidos, o comenzarán a rodar las primeras cabezas a pie de campo.
El mejor del partido: Pato, que exprimió al máximo sus ocasiones con dos tantos.
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